¿Qué envidias a los demás? Cuando sentimos envidia es porque allá en el fondo de nosotros hay frustraciones, cosas que no pudimos realizar, o pensamos que en nuestra niñez o juventud todo estuvo mal, o que los demás son los culpables. (No hablamos aquí de las personas que no tienen qué comer, que padecen guerras, sed, y que no tienen ni lo básico para aliviar sus enfermedades). Hablamos de personas que más o menos quizá con carencias sí, pero más o menos fuimos creciendo y por el estado interior generado como dijimos antes, por heridas de la vida no sanadas, o problemas que surgieron, o por alguien que lo torció todo, no hicimos esto o aquello y ahora al ver que alguien hace el esfuerzo (tampoco nos referimos a quienes tienen grandes empresas ni millones o billones de euros) nos da envidia y decimos: por qué él, o ella sí y yo no.
Necesitamos ser observadores de nosotros mismos y reconocer que por lo menos en nuestro caso, si no hubieran sido así las cosas, seríamos soberbias, vacías, superficiales, pues como dice el psicólogo clínico y gran espiritual Ignacio Larrañaga: ¡Qué sabemos del otro lado de las cosas! Por ello te recomendamos que hagas una gran carta a la Vida, o a Dios y saques una por una de tanta herida que todavía te duela y la entregues en sus Manos y comiences a construir sin importar tu edad, una vida más amable, más amorosa, más creativa para contigo mismo/a y más solidaria para con todos esos seres que respiran incluyendo animalitos y que puedes ayudar, pues ayudar a alguien a salir de la tristeza, de la depresión, del sin sentido, del gran desaliento que hoy impera, o darle agua o algo a los animales de afuera de tu casa, es lo más grande que podrías comenzar a hacer y esto, seguro, te animará, te hará tener un gran sentido en la vida y no envidiarás nunca más a nadie porque lo más grande en esta vida es amarte, comprenderte, respetarte, hablarte con bondad y cariño y, amar al estilo del Amor incondicional: Dios.
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